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AYUNO INTERMITENTE Y COMPOSICIÓN CORPORAL – ¿EVIDENCIA DE AUSENCIA?

Ayuno intermitente y composición corporal
19 minutos de lectura

Si te encuentras leyendo esta entrada, muy probablemente hayas escuchado hablar sobre el ayuno intermitente (IF). Por desgracia, también es posible que hayas leído afirmaciones e hipotéticos efectos del IF en la salud y el rendimiento que se acercan más a la ciencia ficción que a la Ciencia en sí misma.

Uno de los requisitos más llamativos para (auto)proclamarse gurú en este sector es defender fehacientemente algún compuesto/herramienta/estrategia extravagante; dotarla de un aire fresco, innovador y revolucionario (por supuesto, con dudosa efectividad/eficiencia objetiva); y disponerse a vender productos o servicios que empleen ese secreto que nadie quiere enseñarte y que, en cambio, el gurú sí te muestra.

En este artículo, intentaré arrojar información lo más objetiva posible acerca del IF. Empezaremos evaluando y contrastando aquellos efectos más llamativos atribuidos a esta herramienta para, a continuación, observar si el IF (junto al entrenamiento de fuerza) es superior a otros patrones de distribución de comidas en cuanto a composición corporal se refiere.

Sin más, vamos a comenzar.

Definiendo conceptos

Uno de los problemas más graves a los que se enfrenta la Salud Pública es el aumento de la prevalencia e incidencia de patologías crónicas como la obesidad. Independientemente de los alimentos incluidos, las herramientas otorgadas al paciente y la distribución de macronutrientes empleada (entre otros múltiples factores), la adherencia a una restricción energética suele disminuir considerablemente en 1-4 meses desde el comienzo de la intervención.

En la búsqueda de herramientas que se adapten mejor a la vida del paciente/deportista para conseguir objetivos de salud, estética o rendimiento deportivo “nace” el IF.

El ayuno no es algo nuevo. Nos ha acompañado desde nuestros inicios; ha sido y es parte de numerosas prácticas religiosas y ahora, además, se ha convertido en una estrategia que ha llegado para quedarse en según qué contextos, como el de la pérdida de grasa corporal.

La premisa de este enfoque es que los sujetos no suelen compensar completamente la restricción energética causada por la omisión de una/varias ingestas durante los periodos de alimentación. En otras palabras: en algunas personas, el simple hecho de “saltarse” una/varias comidas les permiten generar con mayor facilidad un déficit calórico y, en ocasiones, un grado de adherencia mayor a las pautas dietéticas establecidas.

No obstante, uno de los principales inconvenientes cuando hablamos de IF es la falta de estandarización de conceptos tan abismal que existe de cara a describir diferentes enfoques de IF.

Imagen 1 - Diferentes enfoques de IF que se han popularizado en los últimos años. Las áreas verdes simbolizan los “periodos de alimentación”, mientras que las grises, los periodos de ayuno. Como es lógico, al diferir en sus características esenciales, no podemos esperar los mismos efectos de distintos enfoques en distintos parámetros de salud cardiometabólica, composición corporal y rendimiento deportivo (Rynders et al., 2019).

El hecho de que estos protocolos de ayuno faciliten, a priori, estados de restricción energética, ha puesto en duda a la comunidad científica en cuanto a los efectos que se pueden atribuir realmente a dichos protocolos.

Es decir:Las mejoras que observamos al implementar estas estrategias en la composición corporal y en la salud de los sujetos, ¿son fruto del ayuno, o se deben al establecimiento de un déficit calórico?

¿Existen ventajas inherentes al ayuno que no nos puede brindar una restricción energética al uso?

Incluso en contextos de dietas iso e hipercalóricas, ¿el ayuno nos podría beneficiar en algún aspecto?

Beneficios atribuidos al ayuno

Uno de los efectos más estrambóticos atribuidos al ayuno es la sincronización de nuestros ritmos biológicos internos a diferentes señales ambientales que van fluctuando a lo largo del día, como la luz, la temperatura o nuestra propia conducta alimentaria. En efecto: nos referimos a los conocidos ritmos circadianos.

El sistema circadiano se encuentra gobernado por un reloj central localizado en el núcleo supraquiasmático (SCN: a su vez, en el hipotálamo) e incluye, además, diferentes relojes periféricos localizados en diversos órganos y tejidos.

Los ritmos circadianos son originados a través de diversos mecanismos moleculares de retroalimentación transcripcional y traduccional, donde interviene una amplia variedad de genes de reloj y receptores nucleares. De esta manera, y a través de diferentes estímulos como la luz (que alcanza al SCN a través de la retina y el tracto retinohipotalámico), el SCN sincroniza los relojes periféricos a través de diferentes señales neuroendocrinas.

Imagen 2 (Stenvers et al., 2018).

Esto se traduce en que, a través de diversas señales de integración procedentes del SCN, se altera la síntesis y secreción de hormonas relacionadas con la tolerancia a la glucosa, como el cortisol, la melatonina o la hormona del crecimiento (Imagen 3).

De este modo, se piensa que una desregulación de los ritmos circadianos podría conducir a diferentes fenómenos como la resistencia a la insulina en órganos como el músculo esquelético o el hígado. A través del ayuno, a priori, se podría mejorar la tolerancia a la glucosa mediante la sincronización de estos ritmos biológicos.

Imagen 3 (Stenvers et al., 2018).

Otro de los efectos atribuidos al ayuno es una mayor movilización, transporte y beta-oxidación de ácidos grasos durante los periodos de ayuno. Como es de cajón, en situaciones de insulinemia baja, se ven reguladas al alza aquellas reacciones y rutas metabólicas orientadas a la obtención de ATP a partir de diversos sustratos energéticos, entre ellos, los ácidos grasos.

Sin embargo, por mucho que te conviertas en una máquina de beta-oxidar ácidos grasos, sin la presencia de un déficit calórico apropiado, no conseguirás perder grasa corporal (*).

De hecho, y aunque se diera una situación de restricción energética, el ratio carbohidratos:grasas parece no jugar un papel relevante en cuanto a pérdida de grasa se refiere, al menos, en ciertos contextos clínicos y deportivos.

(*) En sujetos novatos (y en ocasiones, intermedios en el entrenamiento), sujetos que vengan de una lesión, o personas con sobrepeso u obesidad, es posible alcanzar una mejora de la composición corporal con restricciones energéticas ligeras e, incluso, con dietas isocalóricas. Además, tenemos que recordar que el ejercicio físico mejora la salud general de manera independiente a posibles cambios en el peso y/o composición corporal.

Finalmente, se ha atribuido al ayuno la propiedad de modular la composición de la microbiota intestinal, posiblemente, favoreciendo la adquisición de una microbiota menos obesogénica.

Estos beneficios atribuidos al ayuno (recordemos que existen diferentes modelos de IF) son bastante sexys, ¿verdad?

No obstante, no es oro todo lo que reluce. En general, la literatura científica actual nos muestra que estos enfoques, a igualdad de déficit calórico, no son superiores a una distribución de comidas al uso en cuanto a la mejora de ciertos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.

Además, en caso de que existieran beneficios añadidos con la implementación de estas herramientas, a igualdad de déficit calórico, podrían no ser relevantes en la práctica clínica.

Por tanto, podemos concluir que es la magnitud del peso perdido (más concretamente, de grasa corporal), y no tanto la distribución de comidas realizada, el factor más importante de cara a mejorar diferentes parámetros de salud.

Sin embargo, son necesarios más estudios y con mayor potencia estadística (mayor muestra de estudio, duración del estudio, técnicas analíticas más precisas…) para poder extraer conclusiones más férreas con respecto a las diferentes estrategias de ayuno y la mejora de la salud general.

Citando a Burke:

“La sumatoria de anécdotas no equivale a evidencia”.

Tras esta breve introducción, vamos a analizar una revisión sistemática reciente de Keenan y colaboradores (2020), cuyo objetivo fue el de evaluar los efectos del IF junto al entrenamiento de fuerza en la masa magra (LBM), la grasa y el peso corporal en sujetos sedentarios y activos.

Materiales y métodos

Esta revisión sistemática que nos disponemos a tratar fue realizada y reportada siguiendo las guías PRISMA, cuyo fin es el de mejorar la transparencia, calidad y la consistencia de las revisiones sistemáticas.

Se diseñó el protocolo previamente a la realización de esta revisión, y fue registrado con PROSPERO (PROSPERO 2018 CRD42018103867). Salvo algunos detalles que comentaremos a continuación, el protocolo previamente registrado coincide plenamente con el protocolo realizado. Este rasgo disminuye el riesgo de sesgo de reporte, lo cual aumenta nuestra confianza en los resultados.

Los autores realizaron una búsqueda sistemática, a través de buscadores y bases de datos como MEDLINE, CINAHL y SportDiscus, de artículos originales publicados en revistas revisadas por pares que investigaran los efectos del IF junto al entrenamiento de fuerza en la composición corporal.

Para ser incluidos en esta revisión, los estudios debían cumplir con una serie de criterios de inclusión:

  • Ser artículos originales.
  • Realizar intervenciones en humanos.
  • Describir con detalle el protocolo de ayuno empleado.
  • Describir el entrenamiento realizado por los participantes durante el periodo de estudio, incluyendo alguna clase de entrenamiento con cargas. (La segunda mitad de este criterio no aparece reflejada en el protocolo previamente registrado).
  • Ejecutar mediciones de la composición corporal, de modo que fueran reportadas o la masa grasa (FM) o la masa magra (LBM).

Los criterios de exclusión fueron:

  • Estudios no realizados en humanos.
  • Revisiones, estudios de caso, encuestas, resúmenes o reportes duplicados.
  • Estudios que no hubieran sido publicados en inglés (no obstante, los autores no justifican el porqué de este criterio de exclusión).
  • Literatura gris.
  • Estudios realizados en atletas profesionales y/o de élite. Este punto es más que relevante, puesto que las conclusiones que podamos extraer de esta revisión sistemática, posiblemente, no puedan ser extrapoladas a estos atletas.

Tras los procesos de identificación, cribado y elegibilidad, se incluyó un total de 8 estudios que cumplieron con los criterios de inclusión previamente mencionados.

Imagen 4 - Diagrama de flujo PRISMA para la selección de estudios a incluir en esta revisión (Keenan et al. 2020).

Para evaluar el riesgo de sesgo de los estudios incluidos, se empleó la lista por puntos de Downs y Black (1998). Esta lista consta de 27 preguntas que abordan la calidad del reporte de datos, así como la validez interna y externa de los ensayos, entre otros criterios.

Hay que puntualizar que el ítem 14 de esta lista fue eliminado por los autores, puesto que, como es lógico, no se puede cegar a los sujetos en cuanto a si están ayunando o no. La máxima puntuación posible es de 27 y 26 para los estudios aleatorizados y no aleatorizados, respectivamente.

Resultados

A continuación, vamos a ir desgranando algunas características clave de los estudios que fueron incluidos finalmente.

  • Periodo de intervención (Imagen 5): osciló entre 4-8 semanas. En tres estudios se realizó un ayuno de Ramadán durante 4 semanas; en tres estudios, un ayuno TRF durante 8 semanas; en un estudio, un ayuno TRF durante 4 semanas y, finalmente, el único estudio que evaluó un ayuno de días alternos (ADF) fue de 8 semanas de duración.

Imagen 5 - Porcentaje de estudios en función de la duración de la intervención

  • Características de los participantes (Imágenes 6-10): Se incluyó un total de 219 participantes, de los cuales 153 y 66 fueron hombres y mujeres, respectivamente (Imagen 6).

Imagen 6 - Porcentaje de hombres y mujeres incluidos en esta revisión

No obstante, un total de 192 sujetos completaron hasta el final las intervenciones a testar, de los cuales 120 completaron la intervención de IF, y 72 formaron los grupos de comparación (Imagen 7). Se desconoce el porcentaje final de hombres y mujeres que completaron las intervenciones, puesto que algunos estudios no lo reportaron.

Imagen 7 - Porcentaje de distribución de los participantes en cada intervención.

Otras características iniciales de los sujetos se encuentran reflejadas en las imágenes 8, 9 y 10.

Imagen 8 - Nivel de entrenamiento de los sujetos incluidos en esta revisión. NOTA: los criterios para evaluar el estado de entrenamiento de los participantes es dispar y, en ocasiones, poco acertados, por lo que debemos tomar precauciones con las conclusiones que extraemos.

Imágenes 9 y 10- Porcentaje de grasa de los participantes de los estudios incluidos. *No distinguible: En el estudio de Oh et al. (2018), al combinar hombres y mujeres en el mismo grupo, y al reportar el % FM medio de los grupos, no podemos saber con certeza el % FM de los hombres y mujeres de este estudio. Es necesario aclarar que la composición corporal se evaluó de diferentes formas en cada ensayo: desde bioimpedancia eléctrica, hasta DEXA y 4C.

  • Protocolo de ayuno (Imagen 11): En tres estudios se investigó el ayuno de Ramadán (14-15 horas de ayuno en estos ensayos). Cuatro estudios emplearon ayunos tipo TRF, de los cuales 3 establecieron una ventana de alimentación de 8 horas (el conocido ayuno TRF 16/8), mientras que el ensayo restante estableció una ventana de alimentación de 4 horas (4 días/semana; 3 días/semana: dieta ad libitum). Finalmente, el último estudio usó un protocolo de ayuno ADF, donde los sujetos alternaron días donde consumieron el 25% de sus requerimientos energéticos con días de alimentación ad libitum.

Imagen 11 - Tipos de ayuno realizado en los ensayos incluidos. **: se desconoce si se repiten algunos sujetos en los estudios de Trabelsi et al. (2012) y Trabelsi et al. (2013); cabe destacar que el objetivo de Trabelsi et al. (2013) fue el de evaluar los efectos del entrenamiento de fuerza justo antes de finalizar el ayuno VS realizarlo durante la ventana de alimentación, objetivo que difiere en parte con el objetivo de esta revisión sistemática.

  • Protocolo de entrenamiento de fuerza: La mayoría de estudios adoptaron un enfoque de “entrenamiento culturista”, con rangos de repeticiones entre las 6-15 repeticiones y, en ocasiones, llegando al fallo muscular. En la gran mayoría de ensayos, los participantes realizaron el entrenamiento durante la ventana de alimentación.
  • Análisis de la calidad de los estudios: todos los estudios obtuvieron una puntuación de 16-20/27 puntos.

Efectos del TRF en la LBM, FM y peso corporal

De aquellos estudios que intentaron evaluar el efecto de los protocolos TRF en estos desenlaces, vamos a destacar dos ensayos en particular.

En el primero, Moro y colegas (2016) observaron que, tras 8 semanas, no hubo diferencias estadísticamente significativas en la LBM entre aquellos sujetos que adoptaron un enfoque TRF 16/8 y aquellos que siguieron una distribución equitativa de comidas (grupo control). A pesar de que el objetivo de los participantes era el de cubrir plenamente sus requerimientos energéticos, el grupo TRF redujo su FM de forma significativa con respecto al grupo control, lo cual nos indica que es bastante probable que los participantes de este grupo se encontraran en déficit calórico.

No obstante, cabe la posibilidad de que, a pesar de que los sujetos de este estudio contaran con 5 años de experiencia en el entrenamiento de fuerza, se produjera un fenómeno de recomposición corporal. Si quieres saber más, pincha aquí.

Más recientemente, Stratton y colaboradores (2020) investigaron los efectos de un enfoque TRF 16/8 en comparación a una dieta control. En ambas intervenciones, se buscó una restricción del 25% en las necesidades energéticas de cada participante y se igualó la ingesta proteica en 1.8 g/kg. Ambos grupos perdieron prácticamente el mismo peso y grasa corporal (Imagen 12), sin cambios en la LBM. Si quieres conocer y aprender más en profundidad de este último ensayo, pincha aquí.

En resumen: parece que no existen efectos apreciables entre un enfoque TRF y de distribución de comidas equitativo en la composición corporal, aunque se necesitan más estudios y de mejor calidad para poder establecer conclusiones más sólidas.

Imagen 12 - Cambios en el % de grasa corporal entre ambas intervenciones. No hubo diferencias estadísticamente significativas entre el grupo TRF y el grupo ND (normal diet). Creado a partir de los datos ofrecidos por Stratton et al. (2020).

Efectos del ADF en la LBM, FM y peso corporal

En el estudio de Oh et al. (2018), los autores distribuyeron los participantes (personas no familiarizadas con el entrenamiento de fuerza, y con un porcentaje de grasa bastante elevado) en cuatro grupos:

  • ADF+entrenamiento de fuerza.
  • ADF, sin entrenamiento.
  • Entrenamiento de fuerza y dieta habitual.
  • Dieta habitual sin entrenamiento (grupo control).

La intervención que logró una mayor pérdida de peso y grasa corporal, y retención de LBM fue la de ADF+entrenamiento de fuerza. Sin caer en la clásica interpretación dicotómica de la significancia estadística, podemos observar además que el grupo ADF (sin entrenamiento) perdió, de media, 0.4 kg más de LBM que el grupo que entrenó la fuerza. No sólo eso, sino que ambos grupos descendieron, de media, la misma cantidad de % de grasa.

La primera interpretación que podemos extraer de este estudio es que tanto el establecimiento de un déficit calórico como el entrenamiento de fuerza son fundamentales para la pérdida de grasa y para la retención de masa magra.

Sin embargo, el escaso control dietético de este ensayo no nos permite comparar el ADF con distribuciones más repartidas de la ingesta de alimentos a igualdad de restricción energética y macronutrientes. Es más, al realizarse este estudio en personas que presentan un % de grasa tan elevado, y una experiencia de entrenamiento anecdótica, no podemos extrapolar estos resultados a sujetos con mayor experiencia de entrenamiento y/o con mejor composición corporal.

Efectos del ayuno de Ramadán en la LBM, FM y peso corporal

Trabelsi y colegas publicaron dos estudios que investigaron el ayuno de Ramadán en conjunción al entrenamiento con cargas en la composición corporal de culturistas recreacionales.

En uno de ellos (Trabelsi et al., 2013), como mencionamos con anterioridad, se quiso comprobar si existían diferencias entre entrenar con cargas justo antes de finalizar el ayuno y entrenar durante la ventana de alimentación, objetivo que difiere en parte con el objetivo de esta revisión sistemática.

Por su parte, Trabelsi et al. (2012) mostró que no hubo diferencias estadísticamente significativas en el peso corporal, la FM y la LBM entre aquellos culturistas recreacionales que realizaron un ayuno de Ramadán con respecto a aquellos que no adoptaron este enfoque.

De hecho, si analizamos los resultados de este estudio con más profundidad, nos podemos percatar de que aquellos participantes que no ayunaron aumentaron su peso corporal, su FM y su LBM mientras que, aquellos sujetos que ayunaron, disminuyeron su FM y % de grasa. Esto nos vuelve a sugerir que el ayuno podría ser una herramienta interesante de cara a facilitar la adquisición de un déficit calórico.

Discusión

A conocimiento de los autores (y de un servidor), ésta se trata de la primera revisión sistemática que se realiza para analizar los efectos del IF junto al entrenamiento de fuerza en la composición corporal de atletas “entrenados” y sujetos recreacionales.

El primer hallazgo que podemos extraer de esta revisión es que el IF, si se realiza con entrenamiento de fuerza, es capaz de mantener la LBM en etapas de restricción energética en el corto-medio plazo.

No obstante, es importante matizar que algunos estudios buscan establecer un déficit calórico con la implantación de diferentes tipos de ayuno, mientras que otros, persiguen cubrir los requerimientos energéticos de los participantes.

Con esto en mente, vemos que en aquellos ensayos donde se busca alcanzar los requerimientos energéticos de los sujetos, éstos acaban perdiendo, de media, peso y grasa corporal.

En el estudio de Tinsley et al. (2019), los sujetos que realizaron ayuno aumentaron de peso corporal con respecto al inicio de la intervención, aunque en menor medida que aquellos participantes que siguieron una dieta control (a igualdad de ingesta energética y proteica).

Sin embargo, en esta ocasión es bastante probable que, debido al estado de entrenamiento de los sujetos, su porcentaje de grasa inicial y el tipo de entrenamiento realizado, haya ocurrido una recomposición corporal (↑LBM, ↓FM simultánea) en aquellos sujetos que ayunaron. No por el hecho de ayunar, sino por el mero establecimiento de una ingesta energética inferior al grupo control.

Por otro lado, si bien es cierto que la mayoría de estudios nos sugieren que la LBM puede mantenerse durante periodos de déficit calórico en conjunción al entrenamiento de fuerza, no tenemos del todo claro si las ganancias de masa muscular se podrían ver comprometidas.

A priori, podemos pensar que el IF, al facilitar estados de restricción energética, podría suponer un obstáculo a la hora de establecer un superávit energético, pero aún no existen estudios que comparen protocolos de IF con una distribución homogénea de ingestas a igualdad de superávit energético e ingesta de proteína diaria.

No obstante, en la práctica, son pocas las personas capaces de alcanzar un superávit calórico restringiendo su ventana de alimentación, o incluyendo días de ayuno total o parcial.

¿Qué me gustaría ver de aquí en adelante?

  • Mayor duración de las intervenciones. Sabemos que los cambios en la composición corporal requieren de tiempo, y más cuando hablamos de ganancias de masa muscular. Este punto cobra especial importancia en estudios realizados en sujetos novatos (mayor orientación de la MPS a la reparación de tejidos, y no tanto al crecimiento muscular; Damas et al., 2016) y en sujetos avanzados (mayor tiempo requerido para conseguir las mismas ganancias de masa muscular).
  • Adecuada definición del estado de entrenamiento de los participantes. En mi opinión, resulta incorrecto clasificar la experiencia de entrenamiento de los sujetos en función del tiempo que llevan entrenando (si no, observa al cuñado de gimnasio que lleva 7 años apuntado al gimnasio y presenta la misma composición corporal y fuerza desde que se inscribió). Asignar definiciones en base al ritmo de mejora (semanal, mensual o anual) e, incluso, establecer percentiles en función de parámetros de composición corporal y rendimiento serían opciones alternativas más interesantes.
  • Inclusión de estudios realizados en atletas profesionales y atletas de élite. Cabe destacar que los autores no justifican por qué deciden excluirlos de la presente revisión.
  • Mejor control de la ingesta dietética de los participantes. En gran parte de los ensayos incluidos, se evaluó la ingesta dietética a través de informes auto-reportados o métodos retrospectivos. Este hecho disminuye la confianza en los resultados obtenidos, puesto que la ingesta energética tiende a ser infraestimada con respecto a la ingesta energética real (sobre todo, en personas que presentan un porcentaje de grasa elevado). Tal es así que, a veces, desconocemos detalles importantes como el número de ingestas totales realizadas o el timing de la ingesta proteica.
  • Un mayor número de estudios y de mejor calidad que permitan la elaboración de forest plots donde se comparen protocolos de IF con respecto a una distribución normal de ingestas, a igualdad de disponibilidad energética y de macro y micronutrientes.

Puntos para llevar a casa

  • El IF puede ser una herramienta interesante de cara a establecer con más facilidad un déficit calórico, siempre y cuando se respete el principio de adherencia de dicha herramienta al contexto del atleta, y no al revés.
  • Por este motivo, no es aconsejable utilizar estrategias de ayuno cuando el objetivo es la hipertrofia muscular. Dicho esto, hay personas que pueden llegar a alcanzar un superávit calórico y ganar masa muscular con esta herramienta. No obstante, que este fenómeno se dé no quiere decir que esta herramienta sea la más idónea para ello (posible ≠ condiciones óptimas).
  • Cuando el objetivo a alcanzar es la pérdida de grasa, es de gran relevancia conservar, en la medida de lo posible, la masa muscular. En este sentido, el entrenamiento de fuerza es innegociable. Por mucho que hagas protocolos de ayuno y te expongas a las 8:14am a la luz solar mientras te tomas un café (la autofagia bro), sin dar un estímulo adecuado (mecanotransducción al poder), aumentarás el riesgo de perder masa muscular.
  • A día de hoy, podemos afirmar que el IF no nos concede ninguna clase de magia metabólica ni ventajas en la composición corporal con respecto a distribuciones de comidas más repartidas a lo largo del día.
  • A la luz de los conocimientos actuales, los efectos atribuidos a esta estrategia (modulación de la microbiota intestinal, aumento de la autofagia, sincronización de los ritmos circadianos, mejora de la sensibilidad a la insulina, etc.) y sus implicaciones en la salud general se atribuyen a la propia pérdida de grasa, y no tanto al hecho de realizar X horas de ayuno.

Referencia principal:

  1. Keenan, S., Cooke, M. B., & Belski, R. (2020). The Effects of Intermittent Fasting Combined with Resistance Training on Lean Body Mass: A Systematic Review of Human Studies. Nutrients, 12(8), 2349. https://doi.org/10.3390/nu12082349

Referencias:

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  2. Tinsley, G.M.; Forsse, J.S.; Butler, N.K.; Paoli, A.; Bane, A.A.; La Bounty, P.M.; Morgan, G.B.; Grandjean, P.W. Time-restricted feeding in young men performing resistance training: A randomized controlled trial. Eur. J. Sport Sci. 2017, 17, 200–207.
  3. Tinsley, G.M.; Moore, M.L.; Graybeal, A.J.; Paoli, A.; Youngdeok, K.; Gonzales, J.U.; Harry, J.R.; Van Dusseldorp, T.A.; Kennedy, D.N.; Cruz, M.R. Time-restricted feeding plus resistance training in active females: A randomized trial. Am. J. Clin. Nutr. 2019, 110, 628–640.
  4. Stratton, M.T.; Tinsley, G.M.; Alesi, M.G.; Hester, G.M.; Olmos, A.A.; Serafini, P.R.; Modjeski, A.S.; Mangine, G.T.; King, K.; Savage, S.N.; et al. Four Weeks of Time-Restricted Feeding Combined with Resistance Training Does Not Differentially Influence Measures of Body Composition, Muscle Performance, Resting Energy Expenditure, and Blood Biomarkers. Nutrients 2020, 12, 1126.
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  13. Stenvers, D. J., Scheer, F. A. J. L., Schrauwen, P., la Fleur, S. E., & Kalsbeek, A. (2018). Circadian clocks and insulin resistance. Nature Reviews Endocrinology, 1. https://doi.org/10.1038/s41574-018-0122-1

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