Náuseas y vómitos, o cómo no vomitarle al juez

Verano. Son las seis de la tarde. Hace más calor que en la comunión de Charmander (más aún si se trata de un gym comercial), y la fuente de abastecimiento de agua más cercana está en un patio exterior que hace las veces de sauna al aire libre (va a beber agua quien yo me sé).

“La vin compae, qué calor hace. Nah, no pasa nada. Si yo apenas sudo” son las frases que resuenan en tu cabeza en un intento de consolarte y centrarte en el levantamiento tan exigente que te espera en tan solo unos segundos.

Pones tu canción de rock comercial favorita (o Manuel Carrasco, si eres Víctor) y vas a muerte con todo. Sin embargo, a mitad de serie te entran náuseas, malestar general y gastrointestinal: parece que vas a implosionar desde dentro e, incluso, recuerdas que habías comido lentejas antes de ir a entrenar. Finalizas la serie, en el mejor de los casos, un tanto decepcionado, y con un mal sabor de boca (nótese el juego de palabras).

Si quieres evitar que esto te ocurra durante tus sesiones de entrenamiento o, aún más importante, en competición, este es tu artículo.

Veamos pues si Israetel sigue nuestros consejos y puede evitar ese mal trago.

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